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Arquitectos: Pampols Arquitecte + BmésR29 Arquitectes + Montserrat Giné; Pampols Arquitecte + BmésR29 Arquitectes + Montserrat Giné
- Área: 637 m²
- Año: 2009
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Fotografías:Amaneceres Fotográficos
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Las escuelas infantiles son equipamientos comunitarios de carácter plurigeneracional que tienen como función la dinamización socio-cultural del entorno en el que se insertan, a través de programas de actividades y servicios realizados con la participación de los usuarios enmarcados en una zona de la ciudad.
La organización funcional del centro gira en torno a la jerarquía de los espacios según su programa. Así pues, puede diferenciarse entre los espacios destinados a servicios, los que contienen programas que no acostumbran a variar temporalmente y aquellos espacios de uso polivalente que se pueden utilizar para diferentes funciones y cuya característica fundamental es la de la convertibilidad.
De acuerdo con esta experiencia, se ha buscado la (im)perfección desde la armonía, la exactitud, la economía de espacios. Todo esto no es solo perfección y armonía: es belleza. En la arquitectura propuesta, la imagen de la arquitectura viene solamente sugerida por la de varios edificios de volumen rotundo deslizando entre sí.
El edificio quiere mirar al exterior y ser introvertido a la vez. Para garantizar este balance se somete a un orden rígido -casi clásico- que se arrastra a todos los aspectos que configuran desde los cerramientos macizos hasta la disposición de la estructura. Esta trama juega un papel muy importante en la articulación de las secciones del edificio y sus conectores.
Es sabido que resulta mucho más difícil producir obras precisas que obras bellas. Este tipo de precisión no coincide con la pulcritud extenuante del detalle milimétrico, ni con el tedio de aquello muy acabado. La precisión es más bien una toma de posición, un esfuerzo sostenido para ajustar el mecanismo de la forma arquitectónica para liberarla de roces, distorsiones y ruidos. Una especial disposición que busca la congruencia por medio de la exactitud. El edificio busca pues, desde la racionalización de su trama estructural y compositiva, algo de esta (im)posible coherencia.
Esta trama a la vez genera direcciones diagonales que resultan esenciales para relacionar espacialmente los diferentes cuerpos que lo componen. Estas diagonales no tienen expresión en forma ni literal ni física en los materiales, pero están implícitas en las relaciones visuales y la disposición de los vacíos.
La ocupación del edificio está gobernada por la ortogonalidad, pero sus flujos - tanto los literales (circulaciones) como los figurativos (la dinámica espacial) - son gobernados por estas diagonales. Esta complementariedad es el motivo de su concepción formal y programática, que intenta alternar estos fenómenos (parte/todo, unidad/diversidad, abierto/cerrado, estático/dinámico, etc).
Este proceso hay que entenderlo en su simplicidad como la multiplicidad de unidades básicas, concebidas al objeto de reproducir la identidad de los componentes de pequeña escala en la identidad del conjunto. A través de la repetición y la diagonalidad este procedimiento evoca la infinitud, que se equilibra a todos los niveles a través de la articulación y la experiencia de finitud de los mencionados componentes del espacio.
El proceso configurativo quiere ser a la vez capaz de articular la escuela tanto en su extensión como de transmitir la sensación de que parece no tener límites: el edificio concebido como una pequeña ciudad, y la ciudad como un pequeño edificio.